domingo, 25 de noviembre de 2018

DISCOS DE 2018: LOW- Double Negative:




Se formaron en 1993 en Duluth (Minnesota) por el matrimonio Alan Sparhawk (guitarra y voces) y Mimi Parker (batería y voces), al que se les añadió Zak Sally (bajo). Ahora, tras 25 años de carrera el bajista no está ocupando su lugar Steve Garrington (fijo desde 2008), y acaban de publicar el que es su 12º disco de estudio confirmando la buena salud como banda.
Producido de nuevo por BJ Burton (Bon Iver, James Blake o Tallest Man on Earth) quien repite del anterior "Ones And Sixes" (2015) el disco se gravó en los estudios April Base (Wisconsin) de otro habitual de los sonidos sosegados Justin Vernon (aká Bon Iver).
Iconos de la corriente musical conocida como "Slowcore" junto con los disueltos y legendarios "Galaxie 500", Low han ido profundizando (nunca mejor dicho) y explorando en un género basado en tempos lentos, arreglos minimalistas y cierto misticismo que para el caso de nuestros protagonistas entronca con su abrazo a la Iglesia Mormona.

                               

Aunque lo cierto es que con lo nuevo dan un salto considerable hacia delante ya que se meten de lleno en una experimentación sonora basada en los sonidos ambientales más vanguardistas. Capas de efectos rotos, técnicas de percusiones de rock industrial reducidas a cámara lenta, texturas de sintes con efectos de voz. En una mezcla que contrapone los sonidos agradables y celestiales con otros desagradables y molestos. Como el mundo en el que vivimos, Low entremezcla resonancias delicadas y frágiles con rugidos inquietantes, crudos y ásperos .



Es "Quorum" la encargada de abril de manera inquietante una caja en la que destaca la melódica "Fly" con una Mimi que se supera en la voz - y que trae en mente a los Portishead del "Third" - , o la espectral "Always Trying to Work It Out" con su melodía escondida detrás de la cascada de sintetizadores, la frágil "Dancing In The Dark" y la hipnótica "Poor Sucker" con su tantra repetitivo.
Un disco difícil de digerir pero que contiene unos riesgos que deben de valorarse como positivos para una banda que acaba de cumplir los 25 años y que se resigna a ir por el camino fácil. Es lo que tienen las bandas de culto, complicadas de entender al principio, imposible de abandonarlas una vez se es fiel seguidor. Hay que creerlas.

Por Àlex Guimerà

miércoles, 21 de noviembre de 2018

ANA CURRA- SALA RAZZ 2 (Barcelona) 10/11/18:


                            

Ana Curra es uno de los mejores activos que nos queda de lo que se denominó la escena de la "movida madrileña". Miembro de los Pegamoides en sus inicios junto a Olvido Gara (Alaska) y fundadora de los seminales y efímeros Parálisis Permanente, también de Seres Vacíos,  luego de morir su pareja Eduardo Benavente tuvo una breve carrera en solitario con la publicación de un sólo disco  "Volviendo a las andadas" (1987), antes de caer en un injusto semi-olvido.



Y es que la música de nuestro país le debe de recordar por ser una de las artífices del sonido post-punk español de los ochenta, por ser pionera en adoptar en castellano los sonidos de gente como Joy Division, The Cure o Siouxie & The Banshees, pero por formar parte de una de las mejores bandas del rock patrio y del sello discográfico que lanzó a gente como Loquillo o Gabinete Caligari.
Con todo, el personaje y su música se plantó ante una sala 2 del Razz  en la vuelta a una Barcelona que no la veía sobre los escenarios desde 2012 y que como en la anterior ocasión resucitó a veteranos seguidores del punk nacional con ganas de pasarlo a tope.

                                
Aunque el comienzo (puntual) tuvo lugar al ritmo siniestro y gótico de "Aprendiz de bruja", adelanto de su próximo álbum previsto para 2019, con la que la diva apareció encapuchada y con capa sin mostrar su rostro realizando proclamas sobre la muerte en un clímax guitarrero adornado por luces rojas. ¡Un gran arranque!

                            

Acto seguido (nunca mejor dicho) la bajista abandonó su lugar para ubicarse en los coros y dar entrada al mítico Rafa Balmaseda, el único músico original que permanece de Parálisis Permanente, y abordar a todo trapo  "el Acto" tremenda pieza que titula el icónico e imprescindible álbum de 1982. Eran los comienzos de un directo impactante, dinámico y entregado de una banda que sonó cohesionada y a las mil maravillas. Hablamos de los potentes guitarrazos de Iñaki Rodríguez y Verdi, de los ritmos incesantes del descamisado batería ("malote" según la propia Ana) Iván Santana, los fabulosos coros de Pili Spector (también al bajo en las nuevas) y de la imprescindible línea de bajo Rafa. Son músicos de nivel que interpretaron unos temas añejos que en los ochenta sonaban a sucio punk pero que en el directo se escucharon más potentes y metaleros. Pero el eje de todo aquello fue, como no, esta gran rockera a la que reverenciar que es Ana Isabel Fernández conocida por todos como Ana Curra. A punto de cumplir la sesentena se la ve formidable, físicamente en sus bailes, saltos y gesticulación escénica, como en su potencia vocal. Apoyada cómodamente en el teclado - recordad que es profesora de piano en el Conservatorio de Madrid -, cuando no dando latigazos sadomasoquistas al tambor eléctrico. Y es que la sexualidad y el erotismo es algo que su actuación no dejó de transmitir, no tanto por sus letras, si no por una actitud interpretativa que sólo los grandes monstruos del rock son capaces de poseer. Quien ha visto a Iggy Pop o a Mick Jagger, será capaz de entender a qué me refiero.



El repertorio, el previsto, con gran presencia de los Parálisis Permanente, con gemas como la épica " Nacidos para dominar", la irreverente "Quiero ser santa", los riffs letales de "Tengo un pasajero"  o las esperadas versiones: desgarradora "Quiero ser tu perro" (Iggy Pop & The Stooges) y triunfal "Héroes" (David Bowie).
De Seres Vacíos cayeron la popera "Luna nueva", la inquietante "Ratas" y la sexual "Desnúdate". Momento estelar con el otro anticipo de la noche "Aprendiz de bruja" (de nuevo con pilar al bajo y Rafa fuera) con Ana cantando desesperadamente con unas medias cubriéndole la cabeza. Acongojante.

                              

De nuevo los Parálisis con "Jugando a las cartas", "Todo el mundo" y "Unidos" en la recta final anticipando la parte punka del concierto. Para la vuelta del bis el arranque solemne con Ana a los teclados en "visitando a Bach" dio paso al absoluto desenfreno con la potente trilogía clásica "Adictos a la lujúria", "Autosuficiencia" y "Un día en Texas" con el público enloquecido y la formación de un mosh en el que la nostalgia de los ochenta revivió con esos temas que son auténtico patrimonio nacional.

Por Àlex Guimerà



domingo, 11 de noviembre de 2018

BOHEMIAN RHAPSODY, la película:




Mucho se está hablando estos días del estreno de "Bohemian Rhapsody", el biopic de Queen y sobre todo de Freddie Mercury. Con opiniones dispares tanto de los detractores de la banda, quienes consideran innecesaria la película, como de sus fans, quienes están encantados de que la fiebre de la "Reina" vuelva a la palestra. Los primeros, muchos de ellos grandes eruditos del rock, siempre han mostrado una animadversión irracional que cuesta bastante de entender. Se mire por donde se mire Queen fueron una formidable y original banda que publicó grandes discos (sobre todo en los setenta) y que también tuvo grandes fracasos creativos, con un carisma abrumador de sus miembros y en especial de su irrepetible solista lo que les arrojó durante años a ser centro de la fama musical y a ser absorbidos por el Mainstream con las peores de sus consecuencias. Para los segundos les diría que no se pierdan la película, está hecha para su disfrute.

                             

Dirigida por Bryan Singer (director de la saga X-Men y de Superman Returns), quien fue despedido hacia el final del rodaje y sustituido por Dexter Fletcher en la dirección, el proyecto arrancó en 2010 con la supervisión de Brian May y Roger Taylor para que en un inicio el papel de Freddie Mercury lo encarnara el humorista Sascha Baron Cohen, quien finalmente declinó el proyecto por diferencias creativas. 


                                 

Aunque precisamente uno de los éxitos del metraje es la elección final del actor Rami Malek para encarnar el difícil personaje de Mercury. El reto no sólo se planteaba en emular los gestos, si no ante todo, en hacer olvidar al espectador de que se trataba de una interpretación y no del propio icono del rock. Inteligente la elección ya que a priori el protagonista de Mr. Robot no se parece al gran vocalista pero en realidad sus rasgos físicos - y su ascendencia egipcia - no están alejados de aquel. Luego está sobre todo el formidable trabajo de gesticulación del actor, quien en las escenas de conciertos borda el papel, lo cual se junta con una caracterización espectacular (prominencia dental, peinados, vestuario,...) que logran trasladar la esencia del personaje al celuloide. 

                          

En igual sentido los secundarios, con sus grandes parecidos físicos y formidables caracterizaciones, logran el paralelismo buscado. Son los falsos Brian May (Gwilym Lee), Roger Taylor (Ben Hardy) y John Deacon (Joseph Mazzello) , prácticamente clones de los rockeros reales.

Si bien la trama está plagada de clichés ampliamente conocidos (las dudas de la homosexualidad, la incomprensión artística, los choques de valores generacionales y culturales,...) el visionado se hace muy entretenido en sus 135 minutos de duración y logra captar la esencia del grupo y de su vocalista. Especialmente sobre este versa el argumento, sobre sus luchas internas, sobre la soledad con la que tuvo que vivir mientras era adorado por miles y miles de fans en sus conciertos, sobre su doble vida con una lujuria sexual sin freno , sobre su especial relación con Mary Austin,... Así, vemos pasajes muy agradecidos como, los inicios de Smile tocando en un club universitario ante su futuro y extravagante solista parsi Farrokh Bulsara (luego Freddie Mercury), las bonitas escenas de intimidad entre Freddie y Mary, las reuniones familiares en casa de los Bulsara, el complejo y divertido proceso de grabación de "A Night To The Opera" y del tema que titula la película o la historia de amor tardía de Freddie con Jim Hutton.

                          

También hay escenas desagradables como la tóxica relación de Freddie con el mánager Paul Prenter y la entrada en ambientes sórdidos, el refugio de las drogas, la aparición del SIDA o el distanciamiento de la banda por la individualidad de su frontman. 


                        

Aunque el eje del film y las escenas de mayor impacto son las maravillosas recreaciones de los conciertos de la legendaria formación, como los de sus giras japonesa y americana de los setenta, su aparición en el Top Of The Pops, sus conciertos multitudinarios de los ochenta y sobre todo su histórica participación en el Live Aid en Wembley que en 1985 organizó Bob Geldof (clavadito su actor, por cierto) erigido como clímax anticipado al principio de la peli. Unos conciertos en los que la música de Queen se recrea al máximo en un formato audiovisual perfecto para sus seguidores y en los que los movimientos, gestos y detalles quedan fabulosamente empaquetados.

                         

Para ponernos un poco quisquillosos, los anacronismos también salen a palestra, seguramente por necesidades de ritmo y de guión. Los vemos en la recreación de la etapa de Smile, en su primera aparición en televisión y descaradamente cuando Brian idea junto a la banda (y sus chicas) el "We Will Rock You" con fecha de 1980 cuando en realidad ésta se compuso tres años antes. 



                      

Cierto es que "Bohemian Rhapsody" es una película con grandes ansias comerciales, sus primeros resultados de taquilla lo confirman, con ella se busca con descaro vender por enésima vez con la música del cuarteto, pero lo cierto es que mientras otros biopics con similares objetivos fallaron en sus resultados - "The Doors" de Oliver Stone" (1991) , "Gran bola de fuego" (1989) o "I' m Not There" (2007) por poner ejemplos - , éste es entretenido, bien cerrado argumentalmente, visualmente impactante y logra captar bastante la realidad de la historia de una banda que no se puede negar ha dejado huella. 



Por Àlex Guimerà






B.S.O. BOHEMIAN RHAPSODY:

1. 20th Century Fox Fanfare
2. Somebody To Love
3. Doing All Right... Revisited (Performed by Smile)
4. Keep Yourself Alive (Live At The Rainbow)
5. Killer Queen
6. Fat Bottomed Girls (Live In Paris)
7. Bohemian Rhapsody
8. Now I´m Here (Live At Hammersmith Odeon)
9. Crazy Little Thing Called Love
10. Love Of My Life (Rock In Rio)
11. We Will Rock You (Movie Mix)
12. Another One Bites The Dust
13. I Want To Break Free
14. Under Pressure (Performed by Queen & David Bowie)
15. Who Wants To Live Forever
16. Bohemian Rhapsody (Live AID)
17. Radio Ga Ga (Live AID) 18. Ay-Oh (Live AID)
19. Hammer To Fall (Live AID)
20. We Are The Champions (Live AID)
21. Don´t Stop Me Now… Revisited
22. The Show Must Go On

domingo, 4 de noviembre de 2018

GRANDES DISCOS: Live At The Regal (1965) por B. B. KING:


El sufrimiento siempre ha formado parte del ADN de la raza negra. Las injusticias sociales, la esclavitud y el trato degradante al que ha estado constantemente sometida por la mezquindad humana han convertido su lucha y supervivencia en un verdadero ejemplo e inspiración para todos. Desde ese dolor es desde donde surgió la música que dio origen al rock' n roll. Especialmente en los estados del sur de los EEUU bien entrados en el siglo XX, cuando a partir de una estructura de doce compases, emergió el blues que luego se afincaría hacia el norte en ciudades como Chicago. Y por el camino desfilaron leyendas como Robert Johnson (quien supuestamente vendiera su alma al diablo), Muddy Waters, Howlin' Wolf o nuestro protagonista, B. B. King.

                                  


Nacido bajo el nombre de Riley B. King en el seno de una familia dedicada a la plantación de algodón en Mississipi, su infancia estuvo marcada por la pobreza, la separación de sus padres y la pronta muerte de su madre cuando él tenía apenas 9 años. Aunque siempre fue su abuela Eleonora quién lo crió y quién lo metió en la iglesia baptista St. John Gospel de la que formó parte del coro. Luego a los 12 años aprendió los primeros acordes de guitarra y a los 14 se compró su primera guitarra por 15 dólares. Por entonces él ya trabajaba en la plantación de algodón.

Mostrando una espectacular facilidad para el aprendizaje de las seis cuerdas, su tío segundo el bluesman Bukka White le enseñó la que por muchos era considerada la "música del demonio" y ya el camino para él no tuvo retorno.
                                               


Desde formar parte del grupo Famous St. John's Quartet, a viajar hacia Memphis para ser DJ de un programa de la radio de Sonny Boy Williamson II, donde comenzaron a apodarle "The Blues Boy" (de aquí lo de B.B.), o cuando tenía que ir en bicicleta 150 km para ensayar. Y que decir cuando en una actuación suya en Arkansas dos hombres se pelearon por una mujer llamada Lucille y acabaron por prender fuego en el local quemándose su guitarra, hecho por el cual comenzó a llamar con ese nombre a todas sus guitarras.

                                                


En 1947 llegaron sus primeras grabaciones a cargo de Sam Philips antes de que este fundara la legendaria Sun Records, unos singles que fue metiendo por la radio lo que hizo crecer su popularidad hasta que lo llamaron para grabar para la discográfica Modern Records de Los Angeles (de los hermanos Bihari), con quienes logró el número uno de las listas de rythm' n blues con el single "Three o'clock Blues" en el que Ike Turner tocaba el piano.

                                              

En unos años cincuenta en los que prácticamente no bajó del escenario, poco a poco su caché fue creciendo en el circuito de los clubs de música negra, a la vez que alcanzaba los primeros puestos en las listas, lo que hizo que la famosa discográfica "blanca" ABC lo fichara para sacar varios discos con los que alcanzó el verdadero éxito.

                                      

Responsable de ello fue en especial este "Live At The Regal" que mostraba todas las esencias de su implacable directo. Un directo que tuvo lugar en 21 de noviembre en el Regal Theatre de la capital del Blues Chicago y que contó con sus, por entonces habituales, músicos Leo Lauchie al bajo, Sonny Freeman a la batería, Duke Jethro al piano y los saxofonistas Bobby Forte y Johnny Board.  


Presentado por E. Rodney Jones y Pervis Spann, el directo muestra al mejor y más pletórico B.B. : perfecto técnicamente a la guitarra y fornido vocalmente, en un momento en el que las cuerdas vocales le permitían hacer distintos registros y falsetes. La capacidad de connectar con el público es algo que ha conservado con los años y que ha sido santo y seña de su carrera, algo que se percibe en los surcos del álbum, en los que cada vez que el bluesman canta el público contesta de forma activa y pasional.

                          

Lo del set list, son también palabras mayores, pues con "Live At The Regal" Riley se sumerge en temas que luego serían habituales de sus directos en su larga trayectoria, destacando sus propias composiciones como  "Sweet Litle Angel" o "How Blue Can You Get?". Aunque el arranque perfecto llega de la mano de Memphis Slim, con la versión de la irresistible "Everyday I Have the Blues" que es toda una declaración de intenciones. Luego los lamentos de  "It’s Only My Fault" de John Lee Hooker o"Worry, Worry" marca el pico más alto del directo, cuando King se pierde en una improvisación letal de guitarra. Es la explosión del Blues como forma de expresión artística, con pasajes jazzísticos o rockerizados, King nos regala (nunca mejor dicho) su alma a través de sus dedos y su garganta en comunión con unos asistentes a los que mataríamos por ocupar su lugar.





Con éste álbum B.B. salió definitivamente del circuito de clubes para negros y apareció al lado de discos de pop, folk y rock, iniciando una serie de giras por todo el mundo que tuvieron incluso parada en el Festival de Jazz de Montreux y de Newport Folk en 1968 cosechando sendos éxitos. También llegarían el reconocimiento de sus discípulos del blues Rolling Stones y Eric Clapton, para acabar siendo quizás la mayor institución y leyenda del Blues de todo el mundo, con inclusión en el salón de la fama del Rock' n Roll, premios en los Grammys, un reconocimiento unánime de público y crítica y la fundación de una sala de conciertos en Manhattan que aún sin su presencia se encarga de preservar el alma del blues en la Gran Manzana.



Everyday I Have The Blues:

Everyday, Everyday, I have the blues
Ooooh, Everyday, Everyday, I have the blues
When you see me worryin' baby
Because it's you I hate to lose

Well nobody loves me, nobody seems to care
Oh nobody loves me, nobody seems to care
Well those worries and trouble darling
Babe you know I had my share

Everyday
Everyday
Everyday
Everyday
Everyday
Everyday, I have the blues
When you see me worryin' baby
Because it's you I hate to lose

Oh nobody loves me, nobody seems to care
Oh nobody loves me, nobody seems to care
Well those worries and trouble darling
Babe you know I had my share


PD: en 2005 el disco fue elegido por el Registro Nacional de Grabaciones de Estados Unidos para que sea permanentemente conservado en la biblioteca del Congreso del país.