martes, 20 de julio de 2010

SOLOMON BURKE live at Apolo (Barcelona 15-07-10)

¿Puede haber algo mas emotivo que ver a una auténtica leyenda viva del Soul septuagenaria de mas de 200 kilos de peso postrada en silla de ruedas repasando la “creme de la creme” de la música negra de mediados de siglo pasado? Si además su nombre es Solomon Burke y resulta que es uno de los últimos supervivientes de la gran familia que fue la Atlantic Records y miembro del Music Hall Of Fame, no me queda duda alguna.
Pero ello no es lo que mas me impactó del concierto que dio el Rey Solomon el pasado jueves 15 de julio en Barcelona sino mas bien otras cosas. En primer lugar, como rey del Rock N´Soul que es no solo estuvo todo el rato sentado en un espectacular trono sino que se dio a sus súbditos a lo largo de todo el recital, regalando besos, rosas, camisetas y collares a medio auditorio, y a todos su imponente carisma, humanidad y simpatía. Además quiso recordar a otros reyes al mencionar a sus grandes amigos y compañeros de profesión, muchos de ellos ya fallecidos: Joe Tex, Percy Sledge, James Brown, Sam Cooke, Aretha Franklin, Wilson Picket, Otis Redding... Como también agradeció nuestra hospitalidad, felicitó a España por el reciente mundial logrado y elogió la “fabulosa comida” y la “gente fantástica” por las veces que había estado ya en Barcelona.
También me fascinó la autenticidad y el gran nivel musical que desplegó tanto su banda como él, cuya voz permanece intacta e igual de potente que 50 años atrás y adaptable a las necesidades de los temas interpretados. De lo que pude gozar es de auténtico poderío Soul sin edulcorantes ni falseamientos de nueva cuña cuyo máximo exponente puede ser Eli Paperboy. Esto es, la credibilidad de sentir lo que cantas porqué te toca de cerca, porque has estado allí cuando ese estilo de hacer música se reivindicó, porque has vivido las locas giras por EEUU de los sesenta y porqué has sido víctima y has luchado contra la segregación racial y las injusticias para los tuyos.
La mencionada banda de apoyo estaba formada por un pianista –enorme guiño el doble de Ray Charles -, un órgano, dos violinistas (por sus raíces Country), bajo-guitarra-batería, y la ineludible sección de viento con dos saxos y trompeta, así como las dos coristas, que en este caso alternaban de asistentes al soulman de Philadelphia, velando constantemente por su estado, secando el sudor, dándole agua,...
Si uno se para a pensar mercantilmente sobre el concierto las cuentas no le salen: con unos casi 500 espectadores en la sala que habían abonado los 20 euros de coste de la entrada y habiendo que pagar a los 12 músicos de acompañamiento, mas los múltiples regalos que ofreció, mas intermediarios y promotores, la sala Apolo, etc. no estábamos precisamente ante el negocio del siglo sino mas bien ante un acto de enorme generosidad para y por la música y el público. Una generosidad que estuvo presente en todo el evento, por actitud y entrega y por el talento desmedido.
Si en cambio, nuestro planteamiento del concierto se basa en lo metafísico concluiremos que el alma es un ente autónomo del cuerpo y que esta es capaz de por si sola mover montañas. Que alguien de setenta años en silla de ruedas y con obesidad mórvida pueda ofrecer tal derroche de energía y tal maravilloso espectáculo debe ser porque su enorme espíritu le impulsa a ello, quizás porque es lo único que sabe hacer y siempre lo ha hecho o porqué es su razón de ser y lo que le impulsa a seguir el camino.
Pero centrémonos en el setlist, ya que fue un fabuloso repaso de música negra. A sus exitosos clásicos como Cry To Me, Proud Mary (robado de la Creedence), Down In The Valley o la archiconocida Everybody Needs Somebody to Love, añadió los de Ray Charles (Georgia on My Mind), Otis Redding (Sittin' On The Dock of the Bay), Ben E. King (Stand By Me, Spanish Harlem), Wilson Picket (Mustang Sally, In the Midnight Hour), Sam Cooke (A Change Is Gonna Come), Fats Domino (Blueberry Hill), Little Richard (Lucille, Tutti Frutti), Gloria Gaynor (I Will Survive cantada por una de las coristas), Curtis Mayfield (la tradicional Amen) y Louis Amstrong (What a Wonderful World). Imposible dar mas, simplemente colosal.
Mas de treinta canciones, tocadas cada una de manera especial, y enlazadas algunas en pupurris o meddleys, como ustedes quieran, en los que hizo cantar al público, subir a gente al escenario a bailar (de nuevo el fotógrafo barcelonés Flowers se apuntó a la fiesta con sus bailes a lo Chiquito), y en definitiva enloquecer a todo el que por allí se hallaba. Si hubo alguien que se resistió a bailar, vociferar o aplaudir fervorosmanete, que me lo presenten, quizás estemos ante el ser mas frío del planeta. Y todo ello en poco mas de hora y media.
Y el fin llegó con una discreta y complicada marcha, en el que había que disimular su cambio a la silla de ruedas, quedando la última canción en el ambiente, la tradicional When the Saints Go Marching In, coreada por el respetable como reclamo de un bis que nunca llegó por razones obvias, pero que de buen seguro el artista habría hecho desde el fondo de su alma.
Por Àlex Guimerà

1 comentario:

  1. genial cronica d'un concert que pel que veig va ser inolvidable, quin home més gran en tots els sentits de la paraula

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