martes, 5 de agosto de 2025

SLY LIVES! EL LEGADO DE UN GENIO (Questlove, 2025):







Para poner al lector en antecedentes: el director de este documental es Questlove (sobrenombre de Ahmir Thompson), el batería y líder de la banda norteamericana de hip-hop The Roots. Con “Sly Lives! El legado de un genio” confirma su exitoso debut tras las cámaras de “Summer Of Soul (...O cuando la revolución no pudo ser televisada)” (2021), un film con el que obtuvo el Oscar al mejor documental, un Grammy, un Sundance y un puñado de reconocimientos mas. Y la verdad es que el largometraje fue justo merecedor de tantos premios, ya no sólo por el testimonio que nos daba del festival de Harlem, sino por cómo lograba tocarnos el corazón a través de la música de genios negros inmortales como Stevie Wonder, Nina Simone, Mahalia Jackson, Gladys Night o Sly and The Family Stone. Y precisamente tomando el testigo de ese gran genio, convertido en banda, ahora nos sumerge en su carrera con esta película de 112 minutos de duración.


Alternando entrevistas de archivo del propio Sly Stone junto con testimonios actuales de los músicos y miembros de la familia Stone, pero también de otros músicos de renombre como André 3000 (Outkast), Nile Rogers (Chic) o el gran George Clinton (Parliament-Funkadelic), las reflexiones, los recuerdos y las emociones son el eje de un documental cuyo planteamiento se centra en el clásico esquema al que muchos músicos acaban sucumbiendo, y del que Sly Stone no logró escapar: el ascenso de un talento hacia el éxito y el descenso en espirales autodestructivas, para la ocasión por culpa de las drogas. Pero ante todo nos quedamos con el convencimiento de que Sly Stone ha sido un genio, un visionario musical y un músico capaz de inspirar a otros genios como pueden ser los mismísimos Prince o Miles Davis. O como etiqueta Questlove, Sly ha sido “un genio negro” con todo lo que ello conlleva, con las dificultades que supone para los afroamericanos asimilar el éxito en los EEUU. Especialmente en el momento en el que le llegó la hora al bueno de Sly, con un país metido de lleno en la Guerra del Vietnam, mientras en sus calles lidiaba con las luchas por los derechos civiles y los abusos contra los de su raza.
                                

Pero primero el director nos lleva hacia sus orígenes en Texas, antes de que su familia se mudara a California, lugar donde el pequeño Sly se sumergió en la música a través del coro de su iglesia, y ya de adolescente montando su primera banda de Doo-Wop. Con la fiebre del rock and roll descubrimos cómo de muy joven fue un reconocido DJ en una radio local de San Francisco para después saltar a la producción musical trabajando con solvencia para gente tan dispar como la banda pop The Beau Brummels, el soulman Bobby Freeman o Grace Slick , antes de que se uniera a los Jefferson Airplane. Esta capacidad de adaptarse a distintos estilos, su prodigioso talento para la música y para los instrumentos, hizo que finalmente fundara los Sly and The Family Stone junto con su hermano Freddie, Gregg Errico (batería), Cynthia Robinson (trompeta) y Larry Graham (bajo), quienes van apareciendo y narrando una historia al lado de imágenes de archivo de actuaciones de la banda. Una formación imponente que fue capaz de desarrollar varios géneros como el Soul, el Funk, la psicodelia e incluso el Jazz eléctrico, todo ello impulsado por la genialidad de su líder y factótum Sly. Pero el éxito chocó con las dificultades y prejuicios raciales y sobre todo con la lacra de las drogas, lo que le llevó a deambular encima de los escenarios, con plantones a sus fans y la paulatina pérdida de sus capacidades creativas.

                                       
Es a grandes trazos el resumen de un interesante documental que recomendamos que no os perdáis, en el que se traza el retrato conmovedor de la carrera de uno de los grandes artistas de los años setenta, quien tuvo que luchar con todas las dificultades que supone ser un genio negro en su país y con sus problemas personales, pero que a pesar de todo nos ha dejado un legado musical imbatible que ahora nos llega a las pantallas no falto de reflexión social y personal.

Por Àlex Guimerà

viernes, 1 de agosto de 2025

CARLOS SANTANA - Palau Sant Jordi (26/7/2025):





Subir a la montaña de Montjuic no es fácil en verano, máxime si coincides con aglomeraciones de gente dispuesta a ir a un evento masificado. No obstante, el peregrinaje que nos disponíamos a hacer el pasado día 26 era de los que merecía la pena. Se trataba del encuentro esperado con uno de los grandes gurús del rock a sus 78 años, hablamos del ganador de varios Grammy y miembro del Salón de la Fama del Rock, Carlos Santana. Pero sobre todo hablamos del guitarrista que puso patas arriba el Festival de Woodstock con sus solos imposibles, ritmos tribales y sonidos latinos. Un joven mejicano que a finales de los sesenta supo aunar las percusiones caribeñas y la salsa con el blues-rock a la vez que metía algo de Jazz a su fórmula. Un tipo que ha pisado mucho nuestros escenarios pero que no actuaba en el Palau Sant Jordi desde 2003, época en el que era un habitual de la MTV tras publicar los superventas "Supernatural" (1999) y "Shaman" (2002).

El concierto era la primera parada española de su gira, antes del doblete en las "Noches del Botánico" de Madrid -cita con un formato más reducido de espectadores-, y cosechó una muy buena entrada de espectadores a pesar de caer en fechas veraniegas. Los videos en las pantallas con escenas africanas y el sonido de unos Gongs anunciaban el comienzo del concierto puntualísimo a las 21 horas, dando paso a una intro de música pregrabada. Un abrazo tribal entre África y Oriente que desembocó en los primeros compases de "Soul Sacrifice", donde el trío de percusionistas (Karl Perazzo, Paoli Mejías y Cindy Blackman Santana) con una energía y potencia incansable (algo que disfrutamos durante toda la actuación) nos llevaron en apenas un parpadeo hasta los campos de Woodstock el 16 de agosto de 1969. Enseguida se unieron el resto de la banda, con un Carlos Santana que a pesar de acercarse a los ochenta años, demostró una sorprendente, increíble vitalidad y dominio técnico a la guitarra.

El arranque fue demoledor, pues le siguieron "Jingo", "Evil Ways", "Black Magic Woman / Gypsy Queen" y "Oye cómo va". Una primera parte del show que fue simplemente demoledora con sus bombas rítmicas a base de congas, timbales, batería, o esa trompeta a cargo del cantante Ray Green, que se juntaron con las guitarras y los teclados -ese sonido tan sixties- para crear un tejido melódico monumental. Píldoras de rock latino venidas de su disco debut "Santana" (1969) y del icónico "Abraxas" (1970). La cascada de temazos lo rubricó "Oye Cómo Va" de Tito Puente para el deleite de todos. ¿Qué más se puede pedir?


Ante tal media hora abrasadora, la cosa no decayó aunque para ello la banda hizo un salto a 1999 para abordar "Maria Maria" con imágenes del videoclip en pantallas y con el cantante Andy Vargas gritando eso de "¡played by Carlos Santana!". Otra de las clásicas que sonaron fue la pieza soul "Everybody Everything" del "Santana III" (1971), con ese solo de Hammond formidable. Eso fue antes de que el bajista Benny Rietveld nos ofreciera un solo magistral que nos mostraba posibilidades de su instrumento que algunos ni conocíamos, sonando en ocasiones a indie de los noventa pero con un final que fue un homenaje a Black Sabbath/Ozzy Osbourne. Unos minutos que sirvieron de descanso para el maestro de ceremonias.


Un septuagenario que, ataviado con un gorro blanco y una chaqueta que lucía una foto de John Coltrane, aguantó como un campeón dando su enésima lección magistral de guitarra, mientras se apoyaba en un taburete cual viejo bluesman, masticando chicle sin parar. Con su castellano americanizado nos agradeció los aplausos e incluso se atrevió a hacer un parlamento sobre la paz y la comprensión justo antes de que sus seis cuerdas hablaran por él. Fue un momento simplemente mágico.


Hubo guiños a otras canciones que Carlos intercaló entre sus solos de guitarra como "Do It Again" de Steely Dan en mitad del solo de "Evil Ways" o "While My Guitar Gently Weeps" de los Beatles. También sonó la versión de "She' s Not There" de los Zombies en la que Carlos nos regaló un increíble crescendo final con slide, para los que siempre hemos lamentado que, en su versión de estudio, parte de este sublime solo de guitarra se perdiera en el habitual fundido a silencio. También la cristalina "Samba pa ti" creando esa intimidad musical que ha traspasado los tiempos. Todo muy retro como la aguerrida "Hope You' re Feeling Better" que dio paso a su último single "Me Retiro" cantada en castellano y que esperamos que no sea una declaración de intenciones ya que aún le queda fuelle.


El final "Supernatural" quedó rubricado con la bailonga "(Dale ya) Yaleo", el baladón "Put Your Lights On" con todo el público creando un mosaico de luces con sus móviles y esa "Corazón espinado" que lo petó en su día junto a sus compatriotas Maná. Tras la breve retirada de la banda, los bises con la potente "Toussaint L' Overure" y el momento Cindy Blackman Santana con un brutal y elegante solo de batería que demostraba cómo de importante es y ha sido para la carrera de su marido. Potencia y energía de la mano de una depurada técnica jazz. El final lo trajo "Smooth", que en su original la cantaba Rob Thomas de Matchbox Twenty y que relanzó la carrera del guitarrista, a la vez que acercaba el latin rock a todo el planeta y a las nuevas generaciones de aquella época. Poco más de hora y media de concierto, tiempo suficiente para poder disfrutar de lleno de la leyenda, de la música y de la mística de un Carlos Santana que se despidió cálida y humildemente antes de desaparecer lentamente por la parte de detrás del escenario.

Por Àlex Guimerà