Se formaron en 1993 en Duluth
(Minnesota) por el matrimonio Alan Sparhawk (guitarra y voces) y Mimi Parker
(batería y voces), al que se les añadió Zak Sally (bajo). Ahora, tras 25 años
de carrera el bajista no está ocupando su lugar Steve Garrington (fijo desde
2008), y acaban de publicar el que es su 12º disco de estudio confirmando la
buena salud como banda.
Producido de nuevo por BJ Burton
(Bon Iver, James Blake o Tallest Man on Earth) quien repite del anterior
"Ones And Sixes" (2015) el disco se gravó en los estudios April Base
(Wisconsin) de otro habitual de los sonidos sosegados Justin Vernon (aká Bon
Iver).
Iconos de la corriente musical
conocida como "Slowcore" junto con los disueltos y legendarios
"Galaxie 500", Low han ido profundizando (nunca mejor dicho) y
explorando en un género basado en tempos lentos, arreglos minimalistas y cierto
misticismo que para el caso de nuestros protagonistas entronca con su abrazo a
la Iglesia Mormona.
Aunque lo cierto es que con lo
nuevo dan un salto considerable hacia delante ya que se meten de lleno en una
experimentación sonora basada en los sonidos ambientales más vanguardistas. Capas
de efectos rotos, técnicas de percusiones de rock industrial reducidas a cámara
lenta, texturas de sintes con efectos de voz. En una mezcla que contrapone los
sonidos agradables y celestiales con otros desagradables y molestos. Como el
mundo en el que vivimos, Low entremezcla resonancias delicadas y frágiles con
rugidos inquietantes, crudos y ásperos .
Es "Quorum" la
encargada de abril de manera inquietante una caja en la que destaca la melódica
"Fly" con una Mimi que se supera en la voz - y que trae en mente a
los Portishead del "Third" - , o la espectral "Always Trying to
Work It Out" con su melodía escondida detrás de la cascada de
sintetizadores, la frágil "Dancing In The Dark" y la hipnótica
"Poor Sucker" con su tantra repetitivo.
Un disco difícil de digerir pero
que contiene unos riesgos que deben de valorarse como positivos para una banda
que acaba de cumplir los 25 años y que se resigna a ir por el camino fácil. Es
lo que tienen las bandas de culto, complicadas de entender al principio,
imposible de abandonarlas una vez se es fiel seguidor. Hay que creerlas.
Por Àlex Guimerà
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