martes, 7 de noviembre de 2017

LEONARD COHEN: BIRD ON A WIRE- Director Tony Palmer (1974):





Un año después de la muerte del genio canadiense, seguimos echándolo de menos y para honrar su recuerdo que mejor que recordar este impactante documental de 1974. Genio y figura hasta la muerte, siempre con nosotros.

Cuando tienes una cámara permanentemente grabando tu vida vas a estar pendiente de todo lo que haces y dices...solo las primeras horas porqué si la cámara te acompaña durante semanas acabarás por olvidarla y por volver a ser tu mismo.Este es el caso de lo que le pasó al gran Leonard Cohen en su gira de 1972 y este es el caso de este maravilloso documental del prolifero director Tony Palmer.

“Bird On A Wire” recoge estas valiosísimas gravaciones y nos las trae de nuevo a nuestras pantallas mas de cuarenta años después, para recordarnos no sólo que el bardo un día fue joven sinó para mostrarnos sus múltiples caras y facetas. Hablamos del falso pudoroso, del seductor implacable, del místico mordaz, del maestro de ceremonias juguetón, del taciturno rapsoda, del improvisador ocurrente, del tierno compungido, fumador compulsivo o del dandy con porte. Entre muchos otros.


Son los primeros planos los que muestran el auténtico Leonard Cohen, que llega a desnudarse (en ocasiones literalmente). Pero también sus respuestas ocurrentes y reflexivas a las entrevistas que va recibiendo pacientemente, o los pasajes del día a día, viajando, relajándose en los camerinos (sensacional escena del lunch con canciones tradicionales), lidiando con mil y una dificultades, encandilando a bellas grupies, ironizando a la vida o escribiendo poesía.

Pero sobre todo encima de las tablas, jugueteando en el Berlín occidental antes de cantar a la libertad, denunciando la contundente seguridad en Tel Abib, haciendo de visionario de futuro en Manchester, disculpándose noche tras noche con los problemas con los equipos de sonido. Unos problemas que obligan a suspender conciertos por los que las reclamaciones llevan a un mercadeo delirante.
Aunque por encima de todo está su música. Con interpretaciones de los temas de sus tres primeros álbumes como son “Suzanne” (de la que recuerda como le robaron los derechos de autor) , “Sisters Of Mercy”, “Chelsea Hotel” o “Avalanche”, que se escuchan a las mil maravillas para el deleite del espectador (aquí no hubo problemas de sonido) gracias en parte a la banda de lujo de acompañamiento cuya conexión con el front-man es patente en todo el visionado.


                                          

Para la última media hora, la traca final con el concierto final en Jerusalén, con sus cruces de religiones y culturas y con el estallido de sentimientos de Cohen quien después de aguantar varios temas – proyectados en retales de acertados primeros planos que reflejan el intimismo de la la ocasión - , se derrumba y bloquea para continuar. Malas sensaciones consigo mismo que son relatadas y discutidas en el camerino con el ansioso y festivo respetable esperando. Después de un rato de incertidumbre la vuelta con “Hey That’ s No Way To Say Goodbye” y una celestial interpretación “So Long Marianne” con la que el canadiense se pierde entre lágrimas para acabar con el concierto definitivamente. Es la victoria de la melancolía y del cansancio por la gira, el llanto a las emociones del cantante que alcanza a contagiar a la banda de vuelta a vestidores. El punto y final lo pone el canto íntimo a la pieza que dá título al documental con un hombre que ha dado todo de si. Sincerely L. Cohen.

Por Alejandro Guimerà




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