Un año después de la muerte del genio canadiense, seguimos echándolo de menos y para honrar su recuerdo que mejor que recordar este impactante documental de 1974. Genio y figura hasta la muerte, siempre con nosotros.
Cuando tienes una cámara permanentemente grabando tu vida vas a estar pendiente de todo lo que haces y dices...solo las primeras horas porqué si la cámara te acompaña durante semanas acabarás por olvidarla y por volver a ser tu mismo.Este es el caso de lo que le pasó al gran Leonard Cohen en su gira de 1972 y este es el caso de este maravilloso documental del prolifero director Tony Palmer.
Son los primeros planos los que muestran el auténtico Leonard Cohen, que llega a desnudarse (en ocasiones literalmente). Pero también sus respuestas ocurrentes y reflexivas a las entrevistas que va recibiendo pacientemente, o los pasajes del día a día, viajando, relajándose en los camerinos (sensacional escena del lunch con canciones tradicionales), lidiando con mil y una dificultades, encandilando a bellas grupies, ironizando a la vida o escribiendo poesía.
Pero sobre todo encima de las tablas, jugueteando en el Berlín occidental antes de cantar a la libertad, denunciando la contundente seguridad en Tel Abib, haciendo de visionario de futuro en Manchester, disculpándose noche tras noche con los problemas con los equipos de sonido. Unos problemas que obligan a suspender conciertos por los que las reclamaciones llevan a un mercadeo delirante.
Aunque por encima de todo está su música. Con interpretaciones de los temas de sus tres primeros álbumes como son “Suzanne” (de la que recuerda como le robaron los derechos de autor) , “Sisters Of Mercy”, “Chelsea Hotel” o “Avalanche”, que se escuchan a las mil maravillas para el deleite del espectador (aquí no hubo problemas de sonido) gracias en parte a la banda de lujo de acompañamiento cuya conexión con el front-man es patente en todo el visionado.
Por Alejandro Guimerà
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