Cincuenta años se cumplen desde que los Sonics publicaran “Here Are The Sonics”, la pedra rosetta del sonido garage rock. El álbum confirmaba el surgimiento de una corriente que siguieron cientos de bandas americanas que apostaban por el rock’ n roll primario basado en la energía juvenil, la espontaeidad e inmediatez, la sencillez métrica de las canciones y la carencia de grandes recursos. En esa época también surgirían otras bandas para la posteridad como los “Count Five”, “The Seeds” o los chicanos “Question Mark And The Misterians”. Fue una oleada efímera que apenas llegó a finales de los sesenta y que, a pesar de todo, dejó huella diez años más tarde con el movimiento punk y con otras bandas que fueron por libre como “The Cynics”, “The Fleshtones” o los incomensurables “Flamming Groovies” que hicieron suyas las premisas garajeras.
Mucho tiempo ha transcurrido desde entonces y nos encontramos inmersos en
el milenio de los ipods, en el reinado de la electrónica y las bases rítmicas,
las redes sociales y los coches híbridos. Ya nadie canta al surf, a los
cilindros de sus descapotables o la chica más guapa del baile.
Y es en este contexto cuando los “Sónicos” vuelven para publicar su cuarto
álbum de estudio – que sigue a los clásicos “Here Are The Sonics” (65), “Boom”
(66) y “Introducing The Sonics” (67) - para
el cual han tenido que pasar casi cinco décadas.
Un “This Is The Sonics” que no resulta para nada innecesario o
prescindible, pues sus doce cortes confirman que estos iconos del rock no se
encuentran oxidados y si en plena forma en su madurez en la que aún tienen
cosas que decirnos. Con unos arreglos que pulen de lo lindo para que su sonido
parezca actual y clásico a la vez (en la onda del excelso “Going Back Home” de
Wilko Johnson-Roger Daltrey del año pasado), y la introducción coherente de
saxos y pianos, las guitarras llegan afiladas como nunca, y la voz visceral
como antaño. Ni que decir de los ritmos enajenados de la batería siguen
intactos para mantener el espíritu de la banda.
Con estas premisas aparece la bestial “Be A Woman” con su riff a lo Clash y
los gritos desenfrenados, el single “Bad
Betty” con su batalla Hammond y saxo, “The Hard Way” con las teclas del piano a punto de saltar antes
del estribillo surf, la frenética “The Hard Way”, el rock’ n roll clásico de “Look
A Little Sister”, los riffs Kinks de “I Got A Number” o “Sugaree” en la que invocan al mejor Little
Richard. También la versión de “I Don’ t
Need No Doctor” de Ray Charles que suena puro rythm n blues salvaje mientras
que “You Can’ t Jutge A Book By The Cover” de Willy Dixon (vía Bo Didley) abusa
algo de los vientos pero logra dominar los cambios de tiempo. La otra cover del
disco “Leaving Here” de Eddie Holland destaca por su desgarro vocal y por su
ritmo backbeat. La nota curiosa la pone
la ecologista “Save The Planet” cuando dice “save the planet it’s the only one
with beer”, Yeah!
Un disco en el que quizás no haya la angustia ni la lívido juvenil que
tenían en los sesenta, aunque si hay mucho de su ardor y enajenamiento. Y eso
es lo apabullante de todo el asunto, el como los de Tacoma han conservado su
esencia y sobre todo como han sido capaces de ofrecernos un rock muy honesto desde la furia que les
encumbró en su día.
Por Alejandro Guimerà
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