Con " Sintón Nisón ama a
Nifú Nifá" dieron al pleno con un formidable disco pop repleto de magia y
con un marcado carácter sesentero e influencias de la mejor tradición pop
española de siempre. Hablo especialmente de los imprescindibles Brincos, banda
a la que recordaban en muchos tramos por su belleza en las harmonías vocales y por
su eficacia melódica. Incomprensiblemente el disco pasó sin pena ni gloria
cuando tenía elementos para situarse entre los favoritos de los fans indies de
nuestro país.
Dos años después nos llega su
continuación, "La guerra mundial", en el que retoman mucho de lo
sembrado en su debut pero dónde deciden dar un paso adelante para luchar por el
lugar que el panorama indie nacional les debe. Para ello se cargan de
decibelios y músculo y se adentran en territorios rudos, dónde las seis cuerdas toman protagonismo a través
de contundentes rascados, paseos por la distorsión y solos legendarios, aunque
bajo y batería también pesan lo suyo. Y
si antes hablábamos de que sus miras estaban puestas en los sesenta ahora debemos hablar de los
noventa.
"El día de tu muerte" o
"Eterna juventud" entroncan directamente con Los Planetas, no sé si
mas por sus hipnotizantes melodías lineales como por sus aguerridas guitarras. "Amarillo" es el perfecto single de
presentación, con alma pop y cuerpo noise rock, es brillante y bastante épica. Mientras que el encantamiento lo traen
delicadezas pop como "Naufragio" que se va elevando sin dejar de lado
los "lalalás". La que da título puede recordar a los Oasis, pero también a los mejores Lory Meyers. "Laureles" tiene algo de punk en su instrumentación y mucho popie en las voces. Mientras que los oooo-tararará son la traca
final del disco y de la inquietante
" Dulce niña blanca".
Deleitado de nuevo con esta banda
- con nombre de jefe de policía de Los Simpson - me paro a pensar qué les falta
para llegar a abastecer a mas Ipods y
lograr ser cabeza de cartel de los festivales veraniegos. Quizás no les ayude
tener tan claro sus preferencias musicales y nadar a contracorriente.
Alejandro Guimerà
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