Horas antes, a escasos metros del Palau Sant Jordi, se jugaba el Barça-Madrid de fútbol con presencia en las gradas de los Stones Mick Jagger y Ron Wood. Ambos, junto a Keith Richards, son pura historia del rock inglés y podría decirse que también del rock americano, quienes no sólo no han dejado de hacer giras si no que han sido capaces en pleno año 2023 de publicar un discazo como es el tan comentado "Hackney Diamonds". En la península no deberíamos dejarnos llevar por la envidia con "sus satánicas majestades" ya que tenemos a un tipo como Miguel Ríos que merecería un reconocimiento que desgraciadamente a día de hoy no tiene. Pionero del rock and roll español en los sesenta, artista de éxito internacional en los setenta con "Himno de la Alegría" y artífice de la renovación del rock a principios de los ochenta de la mano de poderosos directos como el "Rock & Ríos", del que quiso dar testigo con el homónimo álbum grabado en los días 5 y 6 de marzo de 1982 en el Pabellón de Deportes del Real Madrid. Cuatro décadas -y un amago de retirada del granadino- después, por fortuna este año ha querido dar un merecido homenaje y recuperar el espíritu de aquel hito de la música española.
Con la gira realizando paradas por distintas ciudades de nuestra geografía (Mallorca, Alicante, Valencia, Murcia o San Sebastián) los conciertos han ido recogiendo el mismo repertorio -con alguna excepción- que en los conciertos y el disco original, a lo que ha ido añadiendo invitados sorpresa apoyándose por una banda, cómo no, de músicos excepcionales.
Sin escatimar técnicos de luces, sonido y un largo personal dirigidos por el gran y reivindicable Carlos Narea, encima del escenario ha lucido como nunca una banda joven y renovada que ha contado con dos baterías (uno, el joven hijo del propio productor Pablo Narea), dos teclados, bajo y dos guitarras, una de las cuales se encontraba en manos del único de los músicos originales de aquel clásico álbum, hablamos del legendario John Parsons.
La cita en cuestión albergó menos público del esperado, por lo que el Palau Sant Jordi quedó algo reducido, al igual que una mala organización forzó un retraso de comienzo del show, ya que abrió puertas a escasos minutos de la hora señalada. Nada de ello iba a deslucir el espectáculo que íbamos a presenciar, en el que el sonido, las luces, los videos e imágenes, las interpretaciones y sobre todo el carisma y fuerza del protagonista estuvieron por encima de toda expectativa que tuviéramos.
No se me ocurre mejor arranque para un concierto que "Bienvenidos", pero si en Barcelona además le añades las estrofas en catalán, te pones al público en el bolsillo de forma inmediata. Es lo que hizo de buena entrada Miguel, quien en todo momento mostró su simpatía, dominio del público y humildad (presentando y reconociendo a todos los que formaban parte de la organización en uno u otro sentido).
El setlist, como se ha dicho, era ya conocido, por lo que las sorpresas en el cancionero fueron más bien nula, suplido eso sí con un dinamismo y un ritmo que hicieron del bolo de lo más entretenido. Como por ejemplo, el futurismo de los videos de "El sueño espacial" y "Año 2.000", o las imágenes sobre la historia de los últimos treinta años en España para ilustrar una "Generación límite" que, si bien fue concebida entre finales de la dictadura y principios de la transición, aprovechó para recordarnos que el mundo sigue con las mismas alegrías y los mismos errores y luchas, para acabar dedicándola a las nuevas "generaciones límite" del presente, quienes tienen que enfrentarse a las nuevas crisis y guerras en busca del cambio.
Para el rock salvaje con el que denunció la droga en los ochenta "Un caballo llamado Muerte", se subió al escenario a acompañarle el cantante de Sopa de Cabra, e ídolo local, un enérgico Gerard Quintana. Otro que le acompañó fue un Coque Malla enfundado en un traje plateado en el sensacional "Blues del autobús" con el que se narra la vida en la carretera de los músicos. Menos reconocida fue la cantante Joana Amaro, ex de Lorenzo Santamaría y portentosa rockera, presentada como "la Reina de la Noche" antes de interpretar dicha pieza a pleno pulmón. En "Buscando la luz" la aparición de cantantes de coros góspel de Terrassa, Barcelona, Sant Cugat y Tarragona dio el toque espiritual necesario a la pieza, mientras que uno de los primeros momentos de clímax del recital llegó con las baladas encandenadas de "El río" y "Santa Lucía", coreadas por el respetable y antesala del momento más electrizante de la noche, el que propiciaron las contundentes "Ciudad de Neón" y "Banzai".
El recuerdo a su tierra andaluza vino con "Al Sur de Granada" y "Al-Andalus". En "Los viejos rockeros nunca mueren" se cambió de chaqueta girándosela por una con dibujos de calaveras que le sirvieron para recordar a sus ídolos rockeros fallecidos (Fats Domino, Jimi Hendrix, James Brown...). Acto seguido llegó "Rocknroll Boomerang", con la leyenda Leslie de los Sirex acompañándole a las voces y un vídeo con mitos del rock en las pantallas. Presentado con un reflexivo speach por parte de Miguel, llegó el esperadísimo "Himno de la Alegría", que contó con la efervescencia del público, la vuelta de los solistas gospel a los coros y la sensación de estar frente a un verdadero himno, no sólo por la música (la 9ª de Beethoven), sino por esa necesaria letra que nos ruega por la hermandad entre los seres humanos.
Pero si tuviera que elegir un momento, quizás mse quedo con la recta final del concierto, poniendo sobre el escenario toda la tralla con la exhibición de las capacidades instrumentales de los músicos: redobles de baterías, solos de guitarras inalcanzables, bajos letales, teclados imposibles, pianos a lo Jerry Lee Lewis, y un Mr. Ríos que no parece que esté para jubilarse dada la lozanía de la que hace gala y la plenitud vocal que aún atesora (maravilloso cuando se pone a jugar haciendo coros con el público). Instantes para no dejar de gozar con piezas como "Mueve tus caderas", "Rock' n roll en la plaza del pueblo" o "Lua Lua Lua". Para el bis, una "El rock de una noche de verano", inédita en el repertorio del show de antaño pero que puso la guinda a un espectáculo tan disfrutable como reivindicable. Miguel Ríos legendario.
Por Àlex Guimerà
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