Los lejanos años noventa nos arrojaron un manantial de buenas bandas, cada una con su particular universo sonoro. Una de ellas es sin duda Luna, una formación neoyorquina liderada por un Dean Wareham que a finales de los ochenta había capitaneado una de las formaciones pioneras del "Dream Pop" como fueron los Galaxie 500. Terminados aquellos, se enfrascó con su actual proyecto, donde recoge las enseñanzas de la Velvet Underground y de los sonidos más crepusculares del New York de los setenta. La banda cambió de músicos a finales de los noventa pero Dean se ha ido manteniendo al frente, mientras que las nuevas incorporaciones, Sean Eden (guitarra), Lee Wall (batería) y Britta Phillips (bajo), han ido permaneciendo a lo largo de los años consolidando el proyecto y compactando su sonido que cada nueva vez que uno ve su directo se da cuenta de cómo ha crecido.
Antes de que aparecieran en escena pudimos gozar de unos interesantes teloneros, los Gold Lake, un veterano trío curtido entre La Gran Manzana y Madrid y que estrenaba el disco “Weightless”. Con una propuesta que nada entre los Beach House, Lana del Rey y Sain Ettiene, lograron encender con su cercanía y sensibilidad a una abarrotada Sala 2 de Apolo.
Sin apenas tiempo para descansar, apareció el cuarteto protagonista sin mucha ceremonia, para transportarnos a alguna pequeña sala de conciertos de Manhatan. Rápidamente y tras un “Bona nit” desplegaron una “Slide” del que es quizás su mejor álbum “Lunapark” (1992). Ya de entrada quedamos atrapados con ese tono musical que los empareja con la escena indie americana de su época junto a mitos como Pavement, Yo La Tengo o Sonic Youth. Todo gracias, en parte, a un Dean cantando con la displicencia de Lou Reed, sus arpegios de guitarra, los ritmos marcados por bajo y batería y esa guitarra monstruosa capaz de crear infinitos espacios eléctricos.
De buenas a primeras llegaron sus éxitos “4000 Days”, con sus “remembers”, la maravillosa “Chinatown”, con su melancólica letra, y la pegadiza “Superfreaky Memories”, piezas con las que uno se pregunta por qué siendo tan buenos nunca han tenido más repercusión. Punto y aparte merece el recordatorio a la efeméride del día, el décimo aniversario del fallecimiento de Lou Reed. Claro inspirador de su sonido, Dean dijo que todo el mundo recordaba dónde se encontraba ese fatídico día: en su caso en Las Vegas “pero no jugando”. Acto seguido y a modo de homenaje una menos conocida del genio de Long Island, “New Sensations”, para luego dar paso a la archiconocida y aclamada “Satelite Of Love".
Memorables resultaron unos desarrollos instrumentales en los que dimos cuenta de la compacto que se encuentra el combo, con el buen rollo entre sus miembros -para quién no lo sepa Dean y Britta son matrimonio desde hace años – con un Sean Eden espectacular demostrando ser un gran discípulo de la escuela de Neil Young, virtuoso a los pedales y a los efectos. Pero Sean no sólo es un portento a las seis cuerdas sino que aporta segunda voces, y en el caso de la bucólica “Still At Home” lo bordó a la voz principal mientras Dean rasgaba una cristalina guitarra.
Otros instantes para recordar los tenemos con la delicada “Tracy I Love You”, del "Pup Tent" (1997), o los “pa-pa-pa-pás” de “Friendly Advice”, al igual que un final reservado para la psicodelia de “23 Minutes In Brusels” y todo su progreso sonoro. o por lo menos hasta que llegaron los bises con “Femme Fatal”, de la Velvet con Britta desplegando todos sus encantos a lo Nico, a la que le siguió “Marquee Moon”, de Television, con la que nos vino a la mente la participación de Tom Verlaine en sus primeros álbumes. Emulando al legendario guitarrista, los riffs enmarañados y los pasajes electrizantes supusieron la cúspide de una velada a cargo de unos tipos que siempre es un gozo poderlos escuchar en directo.
Por Àlex Guimerà
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