Para lo nuevo, el alt-country y la americana han sido aparcados por ese rock más comercial de sus últimas entregas, mientras, el tono ha quedado regado por la melancolía de su divorcio de finales de junio de 2016 y de la recuperación de sus problemas de salud. De cualquier modo podemos calificar "Prisioner" como un álbum de rock adulto, en el que las comparaciones con el Bruce Springsteen más maduro flotan en muchas de sus piezas. Con una notable instrumentación, producción y composición, en general se trata de un buen disco en la irregular trayectoria del americano.
Un inicio ochentero donde los haya, por medio de "Do You Still Love Me?", muestra su cara más visceral recordando a los loados The Waterboys de Mike Scott. Más omnipresente encontramos al "boss" en el medio tiempo que titula el disco o en las íntimas "Shiver And Shake" (¿"Devil' s & Dust "o "Streets of Philadelphia"?), "Tightrope" y "Outbound Train". Y no solo hablamos del tipo de canciones o de cómo son interpretadas, sino al modo en que Ryan las canta, engrosando su voz. "Doomsday", de interesante harmónica, nos traslada hacia los inicios del artista, y en "To Be Without You" - la quizás mejor pieza del álbum- se sincera tras la tormenta de su separación con unas fabulosas acústicas.
Luego las guitarras se electrizan en "Anything I Say To You Now" para regodearse en su dolor, cuando no es para crear ambientes para luchar contra sus fantasmas en el caso de "Breakdown". Para el colofón del paquete "We Dissapear" , dolorosa y tenebrosa, su catarsis final con efectos sonoros espectrales y un mal regusto. Parece que los malos momentos en lo personal le han sentado bien al músico, pues lejos de navegar sin rumbo en la búsqueda del Olimpo de los Grammys, se ha encontrado a sí mismo y a la autenticidad del que sabe expresarse a través de su arte.
Por Alejandro Guimerà
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