Antes del verano los donostiarras
anunciaron su regreso al ruedo con la publicación de un EP con seis nuevos
temas titulado “El Duelo”, después de
doce años sin sacar material nuevo. Además, a modo de nostalgia (aunque ellos
lo negaron) pusieron a la venta una caja con un completo recopilatorio de sus éxitos junto
con un dvd con su último concierto de 1999 de la Sala
Luz de Gas de
Barcelona. Pues fue en esta ciudad dónde se les vio juntos por última vez, y la que han elegido para arrancar una gira que
pasará por distintos puntos de España y también por Latinoamérica. El reclamo tanto para los
conciertos de la gira como para sus flamantes CDs es precisamente de lo que han
querido rehuir: la añoranza de que un tiempo pasado siempre fue mejor. Pero que
nadie se engañe, su público lo forman
treintañeros y cuarentones que los encumbraron a mediados de los ochenta,
aquellos cuya juventud tiene como banda sonora sus canciones.
Con esta hambre de revivir en directo los éxitos de la banda se llenó por dos días el emblemático (y también corrompido) Palau de
Al son de emblemáticas piezas de Elvis Presley la espera se hizo corta hasta que apagaron las luces y apareció la banda al son de “Girl On The North Country” de Dylan-Cash. Y en tanto se escuchaba a aquellos dos mitos americanos aparecieron los nuestros para empezar a deleitarnos con un concierto de casi dos horas y media.
A lo largo de la velada fueron surgiendo las piezas de nueva
cuña como “El Duelo”, “Cuando llegue el fin” o la versión de una canción
menorquina cantada por Diego que es “
Llora guitarra”, como sus últimas “Nada”,
“Siempre (al abandonarnos)”,
“Lobos” (del álbum “Crepúsculo” de 2001) o
“La Herida ”
(“Colección” de 1999). Y poco a poco fueron desgranando los éxitos de siempre,
aquellas que realmente habían motivado a un respetable cuya generación ya
encara la madurez pero que se resiste a abandonar su espíritu joven. Hablo de “
A tientas”, “La casa azul” (mas
acústica), “Una calle de Paris”, “No puedo evitar (pensar en ti)”, “Palabras
sin nombre”, “Rozando la eternidad” y un sinfín de títulos que me voy a dejar
en el tintero.
Para nuestro pesar hay que decir que la voz de Diego se ha resentido
bastante al paso del tiempo, y lo que era un atractivo de la banda – su timbre
grave y profundo – se ha convertido en su punto débil – la fragilidad de unas
cuerdas vocales desfiguradas -. A pesar
de ello, el bajista abandonó en numerosas ocasiones su bajo Hofner para abordar
el micrófono , como sucedió con la
mítica “Rosa gris” a la que su armónica sustituyó la mandolina. A su favor, hay
que decir que Vasallo es la parte oscura y misteriosa de los DD y la que les dota
de cierta autenticidad y misticismo
rockanrollero. El músculo, la
voz, la actitud, el dinamismo lo dio el bueno de Mikel, melodramático
y romántico como siempre pero también pletórico y amable como nunca.
Para la recta final cayeron, entre otras, las ansiadas “Entre salitre y sudor”, “En algún lugar”, “Cien Gaviotas”, “Jardín de rosas”, y “Esos ojos negros”, esta última para el segundo bis cuando todo el público puesto de pie la coreó reclamando la vuelta de los artistas.
Por Alejandro Guimerà
Para la recta final cayeron, entre otras, las ansiadas “Entre salitre y sudor”, “En algún lugar”, “Cien Gaviotas”, “Jardín de rosas”, y “Esos ojos negros”, esta última para el segundo bis cuando todo el público puesto de pie la coreó reclamando la vuelta de los artistas.
Y esta es la breve historia de un muy aconsejable directo de largo
recorrido que pasó en un santiamén y que nos permitió gozar
de unas muchas de las buenas canciones de una gran banda que en ningún lugar de ningún gran país se debería de olvidar.
Por Alejandro Guimerà
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