Fueron una de las mejores bandas pop de los noventa. Con tres discos
apabullantes - Suede (1993), Dog Man Star (1994) y Comming Up (1996) - supieron
reinterpretar un género demasiado explotado en la década anterior. Y lo hicieron
recogiendo las enseñanzas de la versión glam de Bowie (Ziggy) y del
romanticismo post-punk de bandas como Echo & The Bunymen o los
inconmensurables Smiths. Desacertadamente se les etiquetó como miembros del
movimiento "Brit Pop" a pesar de que sus puntos de mira eran
distintos. No obstante se subieron al tren para cosechar una cierta fama que se
fue desvaneciendo con dos discos menores aunque no por ello despreciables -
Head Music (1999) y A New Morning (2002)
- que pusieron punto y aparte a su carrera.
Ahora han vuelto con su sexto álbum después de una larga travesía por el
desierto en la que su líder y alma mater Brett Anderson publicó un disco con Bernard Butler (primer
guitarrista y alma de Suede) bajo el nombre de "The Tears" y otros cuatro en solitario en los que su
talento ha aparecido algo difuminado.
Sin duda alguna me atrevo a señalar que "Bloodsports" es una de
las buenas noticias del año, ya que con él recuperamos mucho de los mejores
Suede, algo de lo que tiene bastante que ver el trabajo del productor Ed Buller (pilar en sus
tres primeros discos) ya que el flamante larga duración de los londinenses rescata
su sonido y fuerza de antaño.
Las guitarras de Oakes suenan potentes, la voz de Brett de nuevo es vigorosa,
la batería tiene pegada, lo cual permite mayor lucimiento de unas composiciones
que a pesar de que puedan parecer previsibles y repetitivas son efectivas y
refrescantes. En este sentido me decanto por las iniciales "Barriers"
y "Snowblind" que encienden el disco a toda mecha, pegadizas y
épicas, ideales para que sus seguidores puedan saltar en un reencuentro en vivo
con la banda, como si fueran hits de más de 15 años. Supongo que de eso se
trataba. Algo parecido sucede con los singles "It Starts And Ends With
You" o "Hit Me", que perfectamente podrían haber encajado en el
"Comming Up", La-La-Lás incluidos. Otra destacable es
"Sabotage", cargada de dramatismo y cuya musicalidad recuerda a los
Cure más recientes. En cambio en la
apacible recta final del disco el tono desfallece un poco y se refugia en
el histrionismo vocal de Anderson y,
como no, en las apasionadas letras de desamor que plagan los diez cortes.
La portada andrógina marca de la casa empaqueta este atinado álbum de
regreso de una banda que vuelve a pisar fuerte manteniéndose fiel a su
identidad. Lo cual no puede ser mas que motivo de celebración para quienes echábamos
de menos al mejor pop añejo .
Por Alejandro Guimerà
Crónica publicada en
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